martes, 27 de abril de 2010

En Ibiza se presenta la antología 21 Poetas Ecuatorianos en Fin de Siglo



Del silencio hacia la luz
Por. Cristian López. T

¿Con qué valor se puede leer una antología de 21 poetas en fin de siglo? ¿Qué es lo que buscan? Quizá la respuesta lo encuentre Ramiro Oviedo (Riobamba 1950), en el poema que abre esta antología y con el cual destruye ese recoveco eximido de culpas, llamado silencio: algún rincón, un hueco, alguna página…/el artista halla una calavera…; este, creo es su valor -lleno de subjetividad-, declarar la guerra al olvido.
La cobertura de la prensa local. El Diario de Ibiza y Última Hora, dieron especial realce al desarrollo del Tercer Encuentro Internacional Eivissa Puerto Mediterraneo del Libro.
La presentación de la antología ecuatoriana editada por la Asociación Zero´s Publisher se celebró en el centro Es Polvorí del baluarte de Santa Llucia de Dalt Vila, y contó con la intervención del Sr D Francisco Contreras Dominguez, cónsul de Ecuador para las Islas Baleares, de Diego Velasco y Efrain Espinoza.
La presentación del libro fue antecedida por un sentido homenaje al poeta ecuatoriano Jorge Enrique Adoum, cuya disertación estuvo a cargo del representante diplomático ecuatoriano en las Baleares, además de la proyección del vídeo dedicado al poeta Adoum, el que fue producido por la Casa de la Cultura Ecuatoriana Benjamín Carrión.


21 Poetas Ecuatorianos en Fin de Siglo
Colección Nueva Poesía Ecuatoriana
Asociación Zero´s Publisher de Eivissa
Crónica Latina en Eivissa y Formentera
Así Ediciones, Quito
2007
Colección Nueva Poesía Ecuatoriana
Depósito Legal I-234-2007

Ramiro Oviedo, Riobamba, 1950
Alfonso Chávez Jara, Villa La Unión, 1956 -1991
Leopoldo Tobar Salazar, San Gabriel, 1956
Alfredo Pérez Bermúdez, Guayaquil, 1956
Eduardo Morán Nuñez, Guayaquil, 1957
Roy Siguenza, Portovelo, 1958
Francisco Torres Dávila, Quito, 1958
Diego Velasco Andrade, Quito, 1958
Pablo Yépez Maldonado, Ibarra, 1958
Fernando Balseca Franco, Guayaquil, 1959
Fernando Iturburu, Guayaquil, 1960
Mario Campaña, Guayaquil 1959
Vicente Robalino, Ibarra 1961
Galo Torres, Cuenca 1962
Marcelo Arteaga, Atuntaqui 1962
Margarita Lasso, Quito 1963
Efraín Espinoza Falconí, Riobamba 1963
Iván Flores, Ibarra 1963
Rubén Molina, Loja 1963
María Fernanda Espinoza, Salamanca 1964
Paco Benavides, San Gabriel 1964 -2004

lunes, 26 de abril de 2010

21 Poetas Ecuatorianos en Fin de Siglo



21 poetas ecuatorianos en fin de siglo
Depósito Legal I-234-2007
128 páginas
Idioma: Castellano
Autores:

Ramiro Oviedo, Alfonso Chávez, Leopoldo Tobar, Alfredo Pérez, Eduardo Morán, Roy Sigüenza, Francisco Torres, Diego Velasco, Pablo Yépez, Fernando Balseca, Fernando Iturburu, Mario Campaña, Vicente Robalino, Galo Torres, Marcelo Arteaga, Margarita Lasso, Efrain Espinoza, Iván Flores, Rubén Molina, María Fernanda Espinosa, Paco Benavidez.
Para solicitar un ejemplar de esta publicación, escribir a este blog


La Asociación Zero´s Publisher de Eivissa, en convenio con Asi Ediciones de Ecuador y con el auspicio institucional del Consell de Eivissa publicó el libro 21 poetas ecuatorianos en fin de siglo, una selección de poesía de 21 poetas ecuatorianos nacidos en los sesenta y cuyos textos aparecieron en la década de los 80 y 90. Para el seleccionador de esta publicación, Fernando Andrade, éste constituye un primer esfuerzo editorial de estudio de la producción literaria ecuatoriana, y que logra publicarse fuera del país.
Por su parte la Asociación Zero´s Publisher de Eivissa a través de difundir esta obra poética sumar sus esfuerzos por ampliar horizontes de nuevos valores literarios.
El libro de 128 páginas publicado en 2010, además de la presentación del seleccionador, cuenta con una amplia presentación del poeta ibicenco y profesor de la UNED, el Dr Gabriel Torres Chalk. Este libro fue presentado oficialmente en el mes de marzo, en el marco del III Encuentro Internacional Eivissa Port Mediterrani del Llibre
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La poética de la biodiversidad equinoccial
Fernando Andrade
Barcelona, octubre 2007

Si la realidad es todo lo que se puede imaginar, entonces puedo verificar la realidad en los sueños, en el 'arte de ensoñar' o por qué no: en el 'arte de poetizar la realidad'. De esa otra realidad, ordenada en finas capas como una cebolla, tal como nos advertía el mítico Carlos Castañeda. Y es aquella realidad que el poeta; -ese brujo imaginante nos habla y escribe- de aquella realidad no vista con los ojos, -o con la mente-, sí, con la intuición, con el corazón.
Desde los ochenta nuevos poetas se abren paso en Ecuador. Apuestan por una literatura 'postmoderna', en el mejor sentido de aquel desgastado término; postmoderna porque querían, -sin proponérselo-, aportar al desmoronamiento de la mercantil, belicosa y gris lógica de la aparente e inmediata realidad tan pregonada por el ‘corillo occidental'. Pero también ayudar a derrocar su razón judeocristiana, su orden y progreso sin límites, su democracia representativa de baratillo y su realidad globalizada. Fieles a aquella literatura de identidades que parecería regresar, quisiera develar la realidad ecuatoriana como compleja, cíclica, pero también "telúrica urbana" y ancestral.
Es una poética de la realidad diversa, que se entremezcla en sucesivas capas o realidades locales. Situarse en el fin de siglo en Ecuador significa desmenuzar la poética de la diversidad o mejor de la biodiversidad equinoccial, en la humana y natural paradoja de un mundo desarraigado y global.
En el Ecuador de fin de siglo XX ya se vivía la época de la paradoja, la época de las 'ciudadanías' y de los movimientos sociales, de la insurgencia del movimiento indígena en especial; pero por otra parte, ciertas sectas políticas, religiosas y literarias, todavía pujaban por sobrevivir en su cenáculo; época en donde los habitantes del 'País de la Mitad', se organizaba por embarcarse allende los mares en una balsa de pescar o en un avión, y se desplegaban sin brújula, al vaivén de la corriente marina, hasta llegar a construir un Ecuador de Ultramar.


Las manos de la esperanza
Gabriel Torres Chalk
Ibiza, Mayo 2008

Las manos del terror, las manos del dolor, las manos de la ira, las manos de la ternura, las manos del miedo, las manos del silencio, las manos del grito, las manos de la meditación, las manos de la protesta, las manos de la esperanza. En 1947 el pintor ecuatoriano Oswaldo Guayasamín (nacido en Quito, el 6 de julio de 1919) comenzó la elaboración de los 103 cuadros que componen la serie Huacayñán, término quechua que viene a significar camino del llanto. La sangre vertida y la injusticia en Latinoamérica inspiran esta colección de lienzos que el artista concluyó en 1951. "Mi pintura es para herir, para arañar y golpear en el corazón de la gente, para mostrar lo que el hombre hace contra el hombre", son palabras del propio pintor acerca de su obra. Una afirmación corpórea del arte que resurge e incluso resucita sobre las ruinas, los escombros, la destrucción y el terror. La supervivencia de la creación: "Pocos pintores de nuestra América como este ecuatoriano intransferible: tiene el toque de la fuerza; es un anfitrión de raíces; da cita a la tempestad, a la violencia, a la inexactitud. Y todo ello, a la vista y paciencia de nuestros ojos, se transforma en luz", son las palabras con que Pablo Neruda describió su admiración por su amigo pintor.
Los trazos que dibujan la relación entre el arte de la pintura y el arte de la poesía son bien conocidos y cuenta con una larga tradición. Pero es tal vez en la poesía ecuatoriana donde la poesía adquiere la plasticidad que caracteriza a la retórica de la pintura en su gran abanico de temas que desarrolla, sobre los que reflexiona y profundiza. Podríamos apropiarnos nuevamente de las palabras de Pablo Neruda para describir las tendencias generales de las voces poéticas de una antología que busca referentes generacionales: "Oswaldo Guayasamín, ecuatoriano universal cuya obra trasciende todas las fronteras mostrando al mundo el drama de la vida, plasmando en el lienzo y las formas la angustia de los personajes de una América nuestra que lucha por crecer y sobrevivir."
El recorrido cronológico de la presente antología abarca a poetas nacidos entre los años 1950 y 1964, bajo el título de 21 poetas ecuatorianos de fin de siglo. Un título que parece querer cerrar una etapa y a la vez abrir otra. Como el inmenso estallido del volcán Pichincha en Quito el 7 de octubre de 1999 – en los albores de fin de siglo – esta generación de poetas – desde su propia individualidad – muestra su presencia y surge renovado para expresar su descubrimiento. La poesía es revelación. También memoria.



René Sánchez "KISHOR"
Pomasqui, Quito ECUADOR 1966
El colorido, la luz que plasma en sus lienzos KISHOR sin duda nos recuerda sus herencias ancestrales así como la mirada en el presente y el futuro que pretende ofrecer, la figuración se acomoda a su pintura dando de esa forma libertad a sus ideas y así libera la teoría estética sin prescindir jamás de la belleza.
KISHOR muestra un total automatismo dentro de su estrategia. Todo, hasta lograr una iconografía formal que identifica y que define al artista. Un código particular, un jeroglífico propio, una caligrafía propia para identificar su obra: una composición coral de cuadros que van componiendo una sinfonía total en su pintura, donde las veladuras son una fiesta sensual para los ojos del espectador donde su mirada viaja y se recrea en el espacio del cuadro.
Nada en aquella obra está preparado para la auto complacencia, sino en todo caso para la auto afirmación y la distancia de sí. En este sentido, se comprende mejor que la pintura de KISHOR en aquellos comienzos estaría muy influenciada por el expresionismo alemán.
Pero es que el artista que crea pendiente del gusto del público no hace más que reducir su creatividad, substituyendo su sensibilidad por la de aquellos a quienes anhela agradar; por tanto, un artista que crea pensando en los gustos del espectador–comprador, es un artista que nos miente, un obrero de la seducción y la complacencia ajena.
Naturalmente Sánchez KISHOR jamás ha renunciado al espectador. En absoluto. Ha sucedido, que su trayectoria ha estado marcada por la paciencia y el rigor, consciente de que tarde o temprano tendría su público al que no me cabe duda que cautivará

sábado, 17 de abril de 2010

ESOPO SENTENCIÓ: UN SOLO RAFAEL NO HACE PRIMAVERA



ESOPO SENTENCIÓ:
UN SOLO RAFAEL NO HACE PRIMAVERA

Dedicado al poeta Rafael Larrea
Por Efrain Espinoza
Ibiza, España 16 de abril de 2010


"Tienes que entender que la literatura tiene que ser comprometida, no puedes ser un verdadero revolucionario si tu poesía también no lo es". Me dijo el poeta, en tono de sentencia al tiempo que su cabeza desplazaba su poblada barba en forma de un severo péndulo. Sus ojos echaban chispas y tras esa respuesta no tuve la intención de insistir y me quedé con el resto de mis poemas que traía en mi carpeta preparada para la ocasión. Me habían dicho que ha pertenecido a un grupo de reductores de cabeza.
Ese fue mi primer encuentro con el poeta Rafael Larrea. Después ya no fue como la primera vez, ya iban saliendo otros temas. Nombres como Konstantin Stanislavsky, Anton Chejov de a poco se fueron haciendo de uso cotidiano en las conversaciones, pero yo siempre tenía el temor de su fijación en mi cabeza, "eres medio cabezón", me decía a veces con unas palmaditas en el hombro, al tiempo que se desesperaba porque que mis lecturas no vayan desordenadas. Yo intentaba aprenderme de memoria el Capital, del que luego paso a ser nuestro querido Carlitos, pero me frustraba porque ya antes había fracaso mi intento de aprenderme de memoria la enciclopedia Larousse. Creo que Rafael prefería que conozca a los maestros infaltables de aquella época en que el mundo se dividía en colores y que nosotros estabamos aparcados en una policromía que no sabíamos interpretar. Y que sean ellos, los camaradas quienes moldeen mis incipientes inquietudes por la literatura, por la vida. Porque el poeta nunca más volvió a ejercitar el péndulo de su cabeza de izquierda a derecha tras leer mis poesías. Había una sencilla razón; nunca más estuve dispuesto a que mis poemas fueron leídos por el que años después sería nuestro entrañable Rafael Larrea.
Tras el primer encuentro con Rafael, las oportunidades de cruzarnos se iban sucediendo, podríamos decir: orgánicamente, naturalmente, en espiral con lo que siempre dijo: el compromiso. Y temas no faltaban, desde la importancia de los creadores y de los artistas en los procesos revolucionarios, del papel de la cultura en la misma causa, de las experiencias rusas, de la organización, de la organización, y de la organización de la conciencia, de la creación, de la lucha, de la vida, del amor, de las canciones ecuatorianas, de la música protesta, de la América Latina antiimperialista, de los grandes creadores, de las banderas y los símbolos, de Jorge Carrera Andrade, de los Tzánzicos, de la Bufanda de Sol, de Noviembre 15 y sus composiciones, del Centro de Arte y la Unap, del inminente ascenso de las nuevas generaciones para la toma del poder. Realmente, ahora que recuerdo, de mi poesía nunca más volvimos a hablar con Rafael. Me había acostumbrado a su semblante incómodo cada vez que me anunciaban para leer alguno de mis poemas en cualquier recital de poesía o encuentro literario.
Las tareas nos absorbieron, pese a la diferencia de edad la ilusión por estructurar la nueva cultura en nuestro país nos hicieron viajar por varias ciudades de la Costa, de la Sierra, del Oriente. Ahí estaba siempre él, el primero caminando a prisa por los Guasmos en Guayaquil hasta dar con el lugar de reunión, subiendo con su bufanda medio suelta a San Juan en Quito, entonando una guitarra en Guaranda tras una fallida velada poética ‘de masas’, en fin. Esta es la faceta del Rafael Larrea con la que me quedo. La infatigable actividad por los sueños. Yo era su alumno, definitivamente, no digo que el mejor, pero no había semana en la que no me haya contagiado de esa especial armadura de los luchadores. De él y muchos otros de quienes guardo especial sentimiento. Largas deliberaciones, reuniones, acuerdos, planes nacionales, provinciales, todos los días la táctica y la estrategia.
Pero venían los aniversarios, año tras año y a pesar de la enorme ilusión por ser dueños de nuestro propio destino, creo que todos no estuvimos en la ruta de Rafael, personalmente sentía que la propia realidad era más compleja que la que alcanzábamos a ver y no alcanzábamos a comprender, tal vez nuestro poeta si lo sabía, pero yo sentía que no podíamos seguir de aquel modo, y ya lo dijo Esopo: Una sola golondrina no hace primavera.