Ibiza 2.008
La de Diego Velasco Andrade (Quito, 1.958) es una pluma, una voz y una de las mayores quimeras de una nueva literatura ecuatoriana, al menos en su intento se planta el autor iconoclasta dispuesto a derribar los falsos iconos de una sociedad empobrecida pero aburguesada de aquel "paisito de mierda" en el que le tocó inventarse los sueños, pero en su trascendencia social, la obra y la trayectoria de Diego Velasco es la vital acción de una nueva corriente de escritores, él y otros más que quizá como nunca antes pudieron encontrar en la palabra y en la creación literaria algo más que un medio de expresión, la de dar cuenta de una producción de una identidad que antes ya fue perseguida por corrientes literarias, las más precedentes: la literatura de Ecuador de los años treinta y el movimiento tzántzico. Por esta particular seña, Diego Velasco también es un perfecto polemista, alguien que se implica.
Irreverente él y su "horda" creada a raíz de los talleres literarios de los 80 comienza a "grafitear" las pulcras páginas de la literatura ecuatoriana, pero claro está, la irreverencia es la marca que distingue a estos jóvenes y ahora no tan jóvenes escritores cuyo principal mérito ha sido sacudir la modorra oficialista de la literatura de la mitad del mundo.
Diego Velasco Andrade, narrador y poeta; obsesivo investigador de la poética ecuatoriana de fin de siglo XX en Ecuador y coordinador de los talleres de literatura de la Casa de la Cultura Ecuatoriana en Quito y a actualmente activador del movimiento literario ecuatoriano Demolición.
La de Diego Velasco Andrade (Quito, 1.958) es una pluma, una voz y una de las mayores quimeras de una nueva literatura ecuatoriana, al menos en su intento se planta el autor iconoclasta dispuesto a derribar los falsos iconos de una sociedad empobrecida pero aburguesada de aquel "paisito de mierda" en el que le tocó inventarse los sueños, pero en su trascendencia social, la obra y la trayectoria de Diego Velasco es la vital acción de una nueva corriente de escritores, él y otros más que quizá como nunca antes pudieron encontrar en la palabra y en la creación literaria algo más que un medio de expresión, la de dar cuenta de una producción de una identidad que antes ya fue perseguida por corrientes literarias, las más precedentes: la literatura de Ecuador de los años treinta y el movimiento tzántzico. Por esta particular seña, Diego Velasco también es un perfecto polemista, alguien que se implica.
Irreverente él y su "horda" creada a raíz de los talleres literarios de los 80 comienza a "grafitear" las pulcras páginas de la literatura ecuatoriana, pero claro está, la irreverencia es la marca que distingue a estos jóvenes y ahora no tan jóvenes escritores cuyo principal mérito ha sido sacudir la modorra oficialista de la literatura de la mitad del mundo.
Diego Velasco Andrade, narrador y poeta; obsesivo investigador de la poética ecuatoriana de fin de siglo XX en Ecuador y coordinador de los talleres de literatura de la Casa de la Cultura Ecuatoriana en Quito y a actualmente activador del movimiento literario ecuatoriano Demolición.
En esta entrevista nos acercamos a esa especie de ideario: DEMOLICIÓN, que sugiere marcar una tendencia, al menos una actitud literaria.
¿Qué te dejaron los 80, la generación a la que te perteneces?
Pertenecí en los 80 al taller de Miguel Donoso Pareja y fui activador de un Taller Literario: el Matapiojo, su misión utópica consistía en "socializar los medios de producción literaria", captar para el escritor las instancias de creación, difusión y consumo de la literatura. Era aquella época cuando la noción de literatura y acción política eran parte de un continum, su utópica función era ser el soporte de una actitud solidaria y optimista del creador. Luego, los escritores de mi generación, asistimos al ocaso de las grandes utopías; a la transfiguración de una poesía comunicante al escepticismo individualista y a una cómoda "teoría del desencanto" y del "desencuentro", usado por nuestros hermanos mayores: la generación del 70, como mensaje de autopromoción y de marketing personal. Y sin embargo quienes todavía no hemos claudicado aquí estamos, retomamos el "poder de lo irreverente" que nos legaran Rafael Larrea Insuasti y tantos otros, que fueron "vanguardia" en su tiempo y en eso perseveramos.
¿Qué supone el movimiento que tú y varios escritores ecuatorianos acaban de conformar?
Aportar a resolver la aparente contradicción entre literatura y "literaturas". La eterna lucha entre el "arte oficial" y arte "contracultural"; entre lo "moderno" y lo "tradicional"; entre en otras palabras: lo "culto" y lo "popular"; la permanente insurgencia y puesta en escena del imaginario popular en el mundo de las elites; nos interesa instaurar el concepto de transvanguardia literaria como estética y ética insurgente y válida en cada época y no solamente como una "tradición" congelada, que está sirviendo a algunos para inventarse un "canon" a su medida y conveniencia y encarcelarse en él, dizque con ánimos de proyectar su literatura a nivel internacional.
¿A qué tradición literaria te refieres?
A nuestra gran vanguardia narrativa y poética de los años 30, que es la única literatura ecuatoriana, que ha tenido impacto a nivel internacional y a la que se la quiere situar como tradición literaria inamovible; no como a una vanguardia histórica que tuvo una gran claridad social y política en su tiempo para proponer su obra y proyectarla y que más bien ahora es vista por algunos "escritores jóvenes", como un lastre; como una pesada carga, que solo se podría superar con el solo hecho de no inmiscuirse en política, ni hablar de "identidades" e ingenuamente dedicarse a "escribir bien" y de paso a autopromocionarse.
¿Demolición está conformado por quién o quiénes?
Por comunidades de escritores de diversas edades que no necesariamente buscan su motivo allende los mares, en lejanas y exóticas islas…, sino más bien en los mismísimos islotes urbanos contemporáneos; su escenario es en gran parte el espacio virtual, allí donde se pone en escena lo "mágico-social-cotidiano", tan oculto para el artista solitario, apolítico y pretendidamente "culto", que busca angustiosamente mercado para sus literaturas de autoayuda, nomadismo y fantásticos mundos, tan de venta en librerías de malls, supermercados y puestos de revistas en terminales terrestres y aeropuertos.
Pero en medio del "mundo global", qué sentido tiene hablar de "identidad", no parecería más bien el refugio de un minúsculo grupo de hippies rezagados de época, o prófugos del mundo light que ustedes desprecian y que se resisten a habitar en un mundo cada vez más competitivo; o es que no tienen la ambición de ser conocidos a nivel internacional como sucedió con nuestra generación indigenista y realista ?
Cuando en los años 30, los escritores ecuatorianos decidieron asumir ser "la voz del indio", del "cholo" y del montuvio, asumieron su cruzada con valor ; aunque lejanos a ellos, asumieron la realidad india con híbridos ojos de mishu ; la asumieron aunque impostando la voz, cuidándose no hablar con boca de patrón o de amanuense de hacienda, la impregnaron de un humanismo occidental, judeocristiano y obviamente marxista, -que al final fue casi lo mismo-, allí donde el hombre es siempre dueño de su razón y lógica antropocentrista; desde la perspectiva de un "hombre blanco" que se olvidó de dónde vino, a pesar de que su madre naturaleza nació hace mil de millones y él, como especie, apenas hace unos cientos de miles. Cuando cada vez nuevos y jóvenes artistas y escritores, asumen hoy una "literatura de identidades", no lo hacen como ayer desde una perspectiva política, ni "indigenista", ni pretendidamente "social"; lo hacen desde una necesidad básicamente vital, para asentar raíces, poder florecer y fructificar como cualquier árbol…En las nuevas generaciones de escritores, hallamos una gran diversidad y variedad de tonos y registros, pero una literatura humana y natural y tan paradójica en un mundo en "caos", en donde muchos pueblos en Ecuador y el mundo, buscan aferrarse a sus raíces con una nueva dimensión espiritual, o a manifestar su rechazo al sistema que heredaron de sus padres y/o abuelos, a través de una insurgencia cultural, social y política; la experiencia del movimiento rockero ecuatoriano, es un buen ejemplo de ello.
¿Qué opinión te merece la afirmación de Leonardo Valencia, cuando señala las limitaciones del escritor ecuatoriano afectado por el "síndrome de Falcón", aquel que aún carga la pesada cruz de su rol social y político; tendencia que según él, vuelve una y otra vez a re actualizarse en nuestro país?
Esas "peregrinas" teorías, -por aquello de que sirven a "escritores con afanes de peregrinaje"-, parten de experiencias singulares y muy personales, -respetables por subjetivas-, pero que no pueden ser extendidas "a conveniencia", a toda una generación de nuevos escritores que han surgido en estos últimos años y que en primer lugar, no buscan cortar, "ni reducir la cabeza", ni a su papá, ni a su abuelita (los tzántzicos); peor aún cargar la silla o el trono de nadie para poder escribir y proyectar su obra con oficio. Pero esas ideas no son las únicas que debemos confrontar, existen otras que pretenden construir un canon al uso exclusivo de un grupo o "País Secreto" (título "hurtado" al gran poeta Carrera Andrade, fundador del partido socialista ecuatoriano) y que resulta útil para quienes en su doméstica "fama", niegan la existencia de "las literatura de los pueblos y culturas del Ecuador", como nuestra verdadera y gran tradición literaria.
¿Pero cómo decir que nuestros pueblos tenían mitos, si sabemos que no conocían la escritura?
Pues sí, durante siglos nos han querido convencer que la única mitología digna de llamarse como tal era la griega; pues nuestra condición de país milenario y multicultural, nuestra condición de territorio equinoccial, con 10.000 años de civilización ecuatorial, por lo menos, nos obliga a estudiar y a re actualizar los meta relatos de nuestro mundo mágico y ancestral; nuestros mitos de origen, retorno, resistencia y sobretodo de "cambio de mundo", que han sido primero recopilados por antropólogos por vía oral y luego se han ido sistematizado con un nuevos estudios semióticos y simbólicos de las arqueologías de nuestras culturas primordiales.
¿Qué opinión tienes de los movimientos rockeros en Quito y sobre el alcance de sus luchas rituales que a veces son extrañas, cómo es que en su condición de "mestizos", pueden ellos también celebrar el Inty Raymi o autodenominarse "guerreros urbanos", "guerreros de la raza andina"?
Las razas no existen, las culturas sí, como construcciones vivas, a las que puedes integrarte o rehusar. Los jóvenes en especial de las ciudades andinas ecuatorianas, buscan otra vez esa trascendencia luminosa y también oscura de soles y lunas, de cascadas, de fuego y de montaña; de aire de viento y de seres imaginarios; buscan otra vez una "cosmovisión" y una poética escrita o cantada con el corazón guerrero, y quién sino los escritores góticos, hip hop y metaleros, que han surgido de las barriadas populares, para intuir esos "malestares de la cultura"; no así, los "escritores pop o marqueteros", siempre inquietos en la búsqueda de un prometeo blanco y barbudo que llegue a lanzarlos a la fama; en tanto sus lectores potenciales siguen atormentados a través de los medios, por catástrofes escatológicas, hecatombes climáticas, la pérdida de la capa de ozono y quizás hasta por la llegada del anticristo.
¿Del anticristo?
Sí, del anticristo porque si hay un hombre capaz de ganar cientos de dólares por segundo gracias a sus artificios informáticos, en un mundo en donde las tres cuartas partes de hombres, árboles y animales se mueren de sed ; si hay una nación que se solaza en vivo y en directo con las matanzas de niños en sus escuelas; si hay un grupo de empresarios de la guerra que pueden iniciar en cualquier parte del mundo, conflictos para agotar su stock de uranio radioactivo, entonces ¡ el anticristo por fin ha llegado ! a ponernos la marca de la bestia en la manos y en los bolsillos, con sus chips electrónicos y códigos de barras. (risas)
¿Cómo ves la situación del Ecuador contemporáneo?
En el Ecuador de hoy se están constituyendo nuevos paradigmas, nuevas propuestas, nuevas utopías y consideramos que los escritores ecuatorianos todavía no logramos captar esas "oscilaciones", esos sismos sociales y culturales en su real intensidad. Cuántos de nosotros estaríamos ahora interesados en aportar al proyecto de una sociedad, "multiétnica" y "pluricultural" como señala nuestra constitución; la sociedad comunitaria de un hombre planetario frente al siglo de defunción de la rosa, remitiéndonos otra vez a nuestro gran poeta, andino y planetario: Jorge Carrera Andrade. En el Ecuador continental, vivimos ahora en la época de la paradoja, la época de la insurgencia de las minorías que fueron siempre excluidas, en donde nuevas identidades religiosas, musicales, sexuales y hasta alguna que otras sectas políticas en extinción, pujan por sobrevivir; donde toda una generación hija de aquella que se organizó por embarcarse allende los mares en una balsa de pescar quisiera todavía desplegarse como sus padres, sin rumbo y sin brújula al vaivén de las corriente marinas; todo depende de lo que esta "nueva izquierda", haga en materia social, económica y sobretodo educativa y cultural. Vivimos a las puertas de una gran utopía ecuatoriana y americana que ojalá, no se nos vaya como muchas otras utopías a esfumar como el pan del pobre, en la puerta del horno.
¿Y en ese marco, cuál la misión del escritor, sino la de "escribir bien"?
Pues debe ser hoy, como ayer, la de desatar sinergias, interacciones, olas sismos de corta y larga duración, una suerte de "demoliciones" para el creador y para el lector; demostrar que la literatura no es asunto de pocos e iniciados y parafraseando a nuestro hermano y poeta Alfredo Pérez Bermúdez, que la literatura nos puede todavía ofrecer "la posibilidad de soñar por escrito".
Así, el oficio literario como único propósito devine una paradoja con la que se enfrenta nuestro ego de únicos y "plastificados"; donde nuestro convencional mito de iluminados y amantes de las musas se halla confrontado, porque la solitaria y convencional manera de entender el oficio, no fue sino el fruto artificial de una visión elitista y canónica de la literatura, que ya está superada por la propia realidad; ese es el contexto del escritor ecuatoriano actual, es un tiempo veloz, vertiginoso, caótico, virtual, donde se acabará pronto la noción de la literatura tal como ahora la entendemos y por lo tanto los seudo privilegios de escritor oficial y su pretendido e inalcanzable "canon", útil solo para él y su lambiscona corte.
¿Qué relación tiene con la identidad?
Paradójicamente, el abordar la relación identidad y literatura, encuentra una correspondencia en la diversidad y tradición andina y ecuatorial; con nuestros mitos y legados espirituales, en donde el todo, se encuentra en las partes y el microcosmos minimalista reproduce el macrocosmos global; y donde lo inmenso se reproduce de los pequeños seres que forman también parte de esa gran totalidad, de la que nos hablaran nuestras mejores tradiciones. Aún más valdría preguntar, si el término "escribir bien" tiene también que ver con el "buen vivir" y el "bien estar", el Sumak Kamaña que dirían los aymaras o el sumak kausai de los pueblos quichwas, para que los escritores pudieran recrear y alimentar con los pueblos del Ecuador nuevos mitos, génesis y cosmogonías; ayudar a delinear de dónde venimos y hacia dónde vamos, como sucedió siempre con las mejores literaturas de tradición.
Fotos:
1.- Diego Velasco en Brujas, Bégica 2006
2.- Diego Velasco y Efrain Espinoza, en Bélgica 2006
3.- El contenido de esta entrevista surgio en una conversación en Bélgica.
2.- Diego Velasco y Efrain Espinoza, en Bélgica 2006
3.- El contenido de esta entrevista surgio en una conversación en Bélgica.
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